PRENSA > NOTICIAS

Palabras del Nuncio Apostólico en Itatí

Homilía del Nuncio Apostólico en la Argentina Monseñor Miroslaw Adamczyk en la celebración eucarística de Apertura del Año Pastoral en la basílica de Nuestra Señora de Itatí:

 

Estamos reunidos hoy para celebrar la eucaristía en la basílica de Nuestra Señora de Itatí. Nuestra celebración está en el marco del Año Santo 2025 que celebra toda la Iglesia Universal.

Como bien recordamos, el Santo Padre Papa Francisco en la vigilia de Navidad abrió en la Basílica de San Pedro la Puerta Santa y, de esta manera, hemos empezados el Año Santo.

Abrir una puerta significa entrar en un espacio nuevo; celebrar e Jubileo significa celebrar un tiempo de gracia; el Año Santo significa que ha llegado el tiempo de renovar nuestra fe.

En el salmo 24 leemos “¡Portones, alcen los dinteles! Levántese, puerta eternales u que entre el Rey de la gloria (7) ¿Quién es el Rey de la Gloria? El Señor Todopoderoso, él es el Rey de la gloria” (10).

¿Qué puerta debemos abrir? Evidentemente debemos abrir, con toda nuestra libertad, la puerta de nuestra fe y ¿a quién debemos abrir la puerta? Al Rey de la Gloria, a Cristo Jesús nuestra Señor y Salvador.

No puedo aquí no recordar las palabras del Santo Juan Pablo II que, al comienzo de su pontificado en octubre del 1978, gritó “¡Hermanos  y hermanas! ¡No tengan miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! /…/ ¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!”

Nuestra celebración de hoy día es justamente una invitación dirigida a nosotros, ¡abran las puertas a Cristo!

El Papa Benedicto XVI en la carta encíclica Spe  Salvi anuncia que La fe es esperanza. En efecto, “esperanza” es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto que, en muchos pasajes, las palabras “fe” y “esperanza” parecen intercambiables. Así,  la Carta a los Hebreos un estrechamente la “plenitud de la fe” (10,22) con la “firme confesión de la esperanza” (10,23), afirmaba el gran papa teólogo.

Y justamente el Santo Padre Papa Francisco nos invita a reflexionar de manera especial sobre la esperanza cristiana. Como lema de este año santo el Papa escogió “Peregrinos de la esperanza”.

La vida de María fue una vida enteramente humana con problemas y grandes sufrimientos, pero jamás se derrumbó. Y también después de la muerte de Jesús, esperaba; esperaba la resurrección de su Hijo.

Nuestro Señor dijo “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; quien vive y cree en mí no morirá para siempre” (Jn 11, 25-26).

El verdadero final de la esperanza humana sería la muerte, porque con la muerte se acaba todo; pero nosotros sabemos que Jesucristo ha vencido la muerte. A sus discípulos, antes de su pasión, les decía “Tengan valor, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Él es una esperanza viva.

María, su Madre, nos invita hoy y siempre a abrir la puerta de nuestro corazón a la fe en Jesucristo; abrirnos a la esperanza única, su Hijo resucitado; y, finalmente, nos invita a amar a Dios y a nuestro prójimo, imitando a su Hijo en su Amor Eterno.

Hace precisamente una semana, durante la memoria litúrgica de la Cátedra de San Pedro, el 22 de febrero, su excelencia monseñor Andrés Stanovnik, después de dieciocho años, dejó el gobierno pastoral de la Arquidiócesis de Corrientes.

Es para nosotros una ocasión propicia para expresar nuestra gratitud a Mons. Andrés; no solo por estos 18 años de servicio a la Iglesia de Corrientes, sino que también, por su vocación franciscana, por sus 47 años de sacerdocio y por sus 23 años de episcopado-

La gratitud es una memoria del corazón. La gratitud es una expresión de una gran alma y el pueblo correntino es un gran pueblo.

Excelencia, todos juntos, le damos gracias a Dios por su trabajo, dedicación, sacrificio y amor a Cristo y a su Iglesia. Los aquí presentes, fieles y sacerdotes, conocen mejor que yo, todo el trabajo que usted realizó aquí en la Arquidiócesis de Corrientes. Su gratitud se expresa en los mejores deseos para usted, una excelente salud y muchas bendiciones de Dios.

Hoy día tenemos buena suerte porque ya está entre nosotros el sucesor de Mons. Stanovnik, el señor Arzobispo José Adolfo Larregain; a Usted, excelencia le deseamos una buena continuación del ministerio episcopal, porque durante casi 5 años ayudó a Mons. Stanovnik como Obispo auxiliar. Que su tiempo como Arzobispo de Corrientes sea feliz para usted y para el Pueblo de Dios que vive en esta Arquidiócesis. Felicitaciones y muchas bendiciones.

La renuncia y la sucesión de los obispos, nos ofrece siempre una ocasión para pensar en la tarea de los obispos, especialmente, de los obispos diocesanos. Seguramente está lejos de ser fácil, no olvidemos rezar por nuestros obispos y sacerdotes.

Dios nos ofrece cada día, pero especialmente durante la celebración dominical, una Palabra que nos nutre y nos das fuerza; y así es también hoy día.

“¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la vida que llevas en el tuyo?... ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Lc 6, 41-42)

Es casi una natural tendencia humana la que nos hace ver mal a los demás; para ver el mal de los demás tenemos una excelente vista y no necesitamos anteojos. No solamente vemos bien, sino que hablamos mal de los demás, abiertamente o a espaldas de la gente. El Cardenal Karl Josef Rauber, que fue uno de mis nuncios, siempre decía “atento a la gente que habla mal de los otros en tu presencia, porque apenas estarás ausente, hablará mal de ti”.

La recomendación de Jesús es clara: procura tu mejorar en ese aspecto que ves mal en tu hermano, y una vez curado, descubrirás que no era tan grande su defecto o que era igual al tuyo, o que tú eras peor.

Es conocida la confesión de un autor anónimo. “Cuando era joven, quería cambiar el mundo. Descubrí que era difícil cambiar el mundo, por lo que intenté cambiar mi país. Cuando me di cuenta que no podía cambiar mi país, empecé a concentrarme en mi pueblo. No pude cambiar mi pueblo y ya de adulto, intenté cambiar mi familia. Ahora, de viejo, me doy cuenta que, su hace mucho tiempo me hubiera cambiado a mí mismo, podría haber tenido un impacto en mi familia. Mi familia y yo podríamos haber tenido un impacto en nuestro pueblo. Su impacto podría haber cambiado nuestros país y así podría haber cambiado el mundo”.

Dios nos mira con ojos de madre y padre; por decirlo de alguna manera, nos ve siempre por nuestro lado bueno. Todos tenemos defectos, y será bueno que los reconozcamos y procuremos quitárnoslos. Pero no somos un conjunto de males, ninguno de nosotros. Debemos tener el propósito de ver el lado bueno de las personas y de las cosas, porque, además, asi seremos más objetivos. Jesús no propone ver claramente el mal y el bien en nosotros y en los demás. Nos aconseja la verdad y humildad.

Termino mis palabras, con mis buenos deseos para toda la Arquidiócesis de Corrientes, que siempre reine aquí buena salud y prosperidad; que nunca falte fe, esperanza y amor. Que Dios, por la intercesión de Nuestra Señora de Itatí, los bendiga y proteja.



ARCHIVOS