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PASTORAL DE ADICCIONES

Monseñor Larregain participó del Encuentro Interdiocesano “La Carpa del Encuentro 2025”

Organizado por la Pastoral de Adicciones de Corrientes y Resistencia se realizó este fin de semana el Encuentro Interdiocesano “La Carpa del Encuentro 2025” del que participaron más de 200 jóvenes para compartir experiencias y fortalecer los lazos de trabajo en la prevención y asistencia de consumos problemáticos. El Arzobispo de Corrientes presidió la misa de cierre.

El campamento, que contó con la presencia de más de 150 jóvenes, además de referentes pastorales y especialistas en el acompañamiento de personas en proceso de recuperación, fue organizado por las Arquidiócesis de Resistencia y Corrientes y se desarrolló en la Casa Juan Pablo II de Puerto Tirol.  Estuvo acompañando a los jóvenes durante el encuentro, el arzobispo de Resistencia, monseñor Ramón Dus, y también sacerdotes que animan esta Pastoral y voluntarios.

Con el lema: “Entra, la puerta está abierta”, se buscó generar un espacio de integración entre los distintos dispositivos de contención y asistencia del Chaco y Corrientes, con el objetivo de consolidar una red de trabajo regional que se extienda a todo el NEA. Las madres y las esposas de las personas que se encuentran en proceso de recuperación, hicieron escuchar sus voces, al remarcar que es un camino que se transita en extrema soledad. Monseñor Dus, destacó la importancia del trabajo conjunto entre la Iglesia, el Estado y las organizaciones comunitarias para abordar las problemáticas de consumo desde una perspectiva humana e integral.

Los objetivos del encuentro fueron: conocer la realidad de la Pastoral de Adicciones, incentivar, promover, acompañar los procesos de aquellas personas que viven afectadas por esta problemática. A nivel personal, que cada participante pueda experimentar un encuentro con Jesús y con la Comunidad. El desafío fue la experiencia de las dos diócesis que se hicieron eco para este encuentro y poder encontrarnos, discernir el camino que propone este tiempo de la esperanza.

Monseñor José Adolfo Larregain compartió una jornada con los jóvenes que participaron del Encuentro. Realizó con ellos las actividades, dinámicas y vivió los momentos de oración. Fue además quien presidió la misa del domingo. 

Durante el fin de semana, hubo diferentes reflexiones y dinámicas sobre diversos temas, por ejemplo, “Las Esclavitudes” (Los Pecados), el perdón. Se presentaron además como propuestas para rezar, contemplaciones actuadas sobre “Jesús y el leproso (marcas en las manos)”, “El pobre de Nazareth” y “María, Madre del Amor”. Se abordaron tema referidos a las realidades que viven  de las adicciones, las ansiedades, las depresiones – ofrenda de amor. Se habló sobre “Dones y Carismas”, y específicamente sobre “El carisma de los ambulatorios”. La Misa de Clausura, fue iluminada con el lema: “Una Iglesia cercana que abraza y camina”.

En la eucaristía, monseñor Larregain, al referirse al evangelio, lo relacionó con las situaciones cotidianas porque destacó que Jesús no habló a sus discípulos en la montaña, sino en la llanura a al que comparó con la vida cotidiana. “Pero la llanura no es fácil muchas veces vivirla –dijo-, porque una vez me decía una persona que se aburría, que le parecía que todo era muy igual. Precisamente, en la llanura es donde uno tiene que aprender a descubrir más que el horizonte, mirarlo más cercano, mirar hacia arriba las estrellas, mirar cómo se va cambiando y modificando la vida en pequeñas y simples cosas”. Reconoció que “muchas veces se pueden tornar hasta en rutinarias y difíciles, que cuestan a veces vivirlas y hasta a veces cargarlas. Pero es en la rutina del día a día que nosotros tenemos que vivir, no es fácil muchas veces todos los días tener que hacer lo mismo, todos los días encontrarnos con las mismas situaciones, los problemas, cosas que muchas veces a lo largo del tiempo, después también nos van desgastando”.

Por eso es que Jesús predica este sermón dijo el Arzobispo, “algunos dicen que se debería llamar el ´sermón de la llanura`, porque Jesús en situaciones humanas, muy concretas, muy cotidianas, muy ordinarias les está diciendo bienaventurados o felices de ustedes cuando viven esas situaciones. Situaciones que humanamente hablando, pueden resultar incluso muy difíciles, muy dolorosas, a veces puede ser hasta una cruz muy pesada que tenemos que cargar”.

 

Poner la confianza en el Señor

Luego advirtió  que también les dice los famosos “´hayes`: hay de ustedes cuando…porque después…”. Es decir, cuando uno no pone verdaderamente la confianza en aquello que debemos poner la confianza.

Señaló que la primera lectura dice dos palabras que son muy fuertes. “Dice “maldito el hombre que confía en el “hombre” y “bendito” por otro lado. Quizás la palabra que sea mejor para esa situación, para poder comprender mejor no es precisamente esa palabra maldición, si no que utiliza la palabra ´sensato` o ´insensato`”. Es decir, “es insensata aquella persona que pone en ciertas cosas la confianza, cuantas veces nos pasa”. Cuanta gente, explicó, “vive situaciones dolorosas de la vida, de una separación, la pérdida de un ser querido, quedarse sin trabajo o a veces otras situaciones vinculadas a lo emocional, a la vida misma, o en las situaciones de todos los días que muchas veces nos generan conflicto y a veces nos tenemos que preguntar por qué nos pasa esto. A veces hay gente que pone su confianza en los bienes materiales, en la plata, en el dinero, en el prestigio, en el poder, y nada de eso nos sostiene a nosotros verdaderamente en la vida”.

Porque en los momentos difíciles que nos vienen siempre en la vida, “como el evangelio nos dice las tormentas que desbordan, los vientos que soplan, las lluvias que caen. A esas situaciones de la vida nosotros le podemos poner un nombres concreto, puede ser quedarte sin trabajo, una enfermedad, la pérdida de un ser querido, la perdida de la familia, una separación, un divorcio, un engaño, tantas situaciones que podemos vivir que hacen que esa tormenta nos sacuda, nos tire, perdamos la confianza, la esperanza, incluso algunas personas, hasta el sentido mismo de la vida, donde no tiene sentido seguir adelante, donde todo obscurece, donde todo parece que se viene abajo”. Sin embargo, afirmó, “cuando nosotros tenemos puesta la esperanza en el Señor, sabemos que él es el único que no falla, sabemos que él es el único que nos sostiene, sabemos que él es el que nos restaura, nos puede hacer personas nuevas aun con nuestras historias cargadas de dolor, de sufrimientos, de obscuridades, de amarguras, de pecado, de lo que sea. Dios tiene esa gran capacidad, de hacer cosas nuevas. Y con qué cosas hace cosas nuevas, con nuestra propia vida, en las condiciones en que está, como cada uno viene, en el estado en el que está. En estado de perfección no hay nadie, todos tenemos inconvenientes, dificultades, problemas, unos de una manera, otros de otra. Pero Dios es capaz de sacar cosas buenas, de hacer cosas bellas a veces con los peor de nuestra propia vida”, resaltó monseñor Larregain.

 

El Señor hace nueva todas las cosas

Sobre esta renovación, dijo el Pastor que “por algo es que Jesús con su pasión, muerte y resurrección nos generó y nos dio nueva vida, nos hace hijos de Dios y nos hace vivir algo tan lindo y tan hermoso, que es experimentar todos los días de nuestra vida micro-resurrecciones. A mí me gusta mucho disfrutar eso, las micro-resurrecciones. Tal vez una persona que no puede perdonar y ahora logró dar un abrazo a alguien con quien no se hablaba, bueno, eso es una micro resurrección. Allí está Dios presente haciendo personas nuevas”.  En una persona que quizás “vive en la tristeza y comienza a vislumbrar un poco de esperanza, de luz, de alegría, ahí está presente el Señor y nos está haciendo a nosotros resucitar”.

Por eso, dijo, “este sermón tan hermoso que nos dice felices los que llora, por ejemplo, nos habla también a nosotros para que de todo lo que vivimos y pasamos en la vida podamos sacar aprendizajes. Aprendizajes que nos hagan personas buenas, nuevas, resucitadas y que así podamos llevar nosotros ese mensaje de alegría, de confianza, de esperanza, sabiendo que el que tiene la última palabra es el Señor, que es el Señor de la vida. Como nos dice el libro del Apocalipsis: “yo hago nuevas todas las cosas”. Y él hace cosas nuevas aun con nuestras cosas viejas”.

A modo de oración de cierre, invitó el Arzobispo a pedir al Señor que “el sermón este, de la montaña o de la llanura como cada uno lo quiera llamar en la vida, en medio de nuestras subidas y bajadas, curvas y contra curvas, o en la chatura de todos los días donde a veces pierde hasta sentido la vida, podamos sentir la presencia del Señor que está siempre con nosotros. Que no nos abandona, que es él el que nos sostiene autentica y verdaderamente, que siempre nos está tendiendo la mano para sostenernos, para guiarnos, para llevarnos como buen padre, como buena madre que es para cada uno de nosotros. Y que como dice la palabra “aunque tu padre y tu madre te abandonen, yo jamás te abandonaré”. Qué lindo poder experimentar en nuestras vidas esta paternidad y esta filiación de sentir que Dios es nuestro padre y que nosotros somos sus hijos”.

Pidió el para los todos los presentes, que “el Señor nos ayude a vivir las bienaventuranzas cada día de nuestra vida para poder descubrir el paso de Dios en cada situación y en cada acontecimiento. Incluso en las situaciones más obscuras, más dolorosas, más difíciles, el Señor esta siempre con nosotros. Que el Señor nos conceda la gracia de abrir siempre nuestro corazón, de vivir y experimentar esa presencia cercana, tierna y delicada de dios para nosotros y nuestras vidas.

Les propuso como “tarea”, que cada uno pueda “escribir sus propias bienaventuranzas, poder plasmar por qué nos sabemos y sentirnos felices, y tener también cuidado con aquellas cosas que también a veces nos hacen desviar del camino, eso `hayes´ que nos permitan cuidarnos, conocer nuestros puntos débiles, no cortarnos solos y saber buscar ayuda”.