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Homilía para el Jueves Santo - Año de la Oración

Corrientes, 28 de marzo de 2024

La entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, que celebramos el Domingo de Ramos, pronto decepciona a la mayoría de sus seguidores. Jesús sabía que su victoria no consistía en la grandeza del poder humano sino en la fuerza del amor y la humildad de Dios. Hoy, Jueves Santo, iniciamos el sagrado Triduo Pascual, con la conmemoración de la Última Cena de Jesús con sus discípulos. En esa cena hubo signos claros y fuertes que señalaron en qué consiste el verdadero triunfo de Jesús, y de todo aquel que entra en amistad con Él. Repasemos juntos esos signos.

El primer signo es Jesús que convoca a sentarse con él a la mesa. En ese contexto, Jesús parte el pan y comparte la copa. Recodemos lo que Él mismo dijo: “Yo soy el Pan de Vida. El que come de este pan vivirá eternamente”. San Pablo nos transmite esa escena con detalles tal como lo hemos escuchado en la segunda lectura: que el Señor, la noche que fue entregado tomó pan y dijo esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes; y lo mismo hizo con la copa y dijo esta es mi sangre que será derramada por todos; y al final añadió: hagan esto en memoria mía.

El otro signo, que completa el anterior, lo hemos escuchado hoy en el Evangelio de San Juan y que conocemos como el lavatorio de los pies. Este gesto lo representamos no solo como una memoria de lo que hizo Jesús, sino como mensaje para que también nosotros hagamos lo mismo con nuestros hermanos. Nosotros, que hemos participado en la mesa con Jesús, fuimos elegidos y amados por Él, nos dice hoy: “¿Comprenden lo que hice con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13, 12-15).

En el servicio humilde a los demás está la grandeza del ser humano. Su fortaleza se mide por ese único modo de servicio: el modo humilde. Cualquier alternativa es abrir la puerta a la insaciable voracidad de someter a los demás para satisfacer los propios intereses. El camino para encontrarnos es escuchar, abrirse y acoger al otro en sus necesidades. Ésa es la única alternativa para fundar la pareja humana sobre bases sólidas, para construirnos como pueblo, como nación y como familia humana, en la que toda persona tiene la dignidad de haber sido creada por Dios, y al que es necesario prestarle atención, estar cerca, valorarla y aprender a caminar con ella.

Como comunidad eclesial contemplemos de nuevo a Jesús y sigamos aprendiendo de Él a ser Iglesia sinodal, abierta a todos y acogedora sin distinción; no esperando a que la gente venga, sino salirla a buscar para anunciarles a Jesús y para invitarla a celebrarlo juntos. Y con ellos ver cómo estar cerca, cuidar y acompañar a los que sufren, a los enfermos, a los que están solos, y en especial a aquellos a quienes el alimento no les alcanza y revuelven los tachos de basura en nuestras calles. En fin, dejémonos interpelar por el Señor, que continúa en actitud humilde de lavarnos los pies, y animémonos a dar un paso más que nos acerque y ayude a vivir más unidos y más misioneros.

Luego, al concluir nuestra celebración, vamos a trasladar el Santísimo Sacramento para la adoración. Dejémonos sorprender por la humildad de Dios presente en el pan que se entrega para darnos vida. Allí, en esa sublime y humilde presencia contemplamos la verdadera fuerza de Dios. Allí encontramos nuestra vocación y misión. Que María de Itatí esté con nosotros y nos sostenga con su amor de Madre, mientras escuchamos en nuestro corazón las palabras de su Hijo: “Si yo que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13, 14-15). Que así sea.

+Andrés Stanovnik OFMCap

 

NOTA: A la derecha de la página en Archivos, el texto como 24-03-28 Homilía para el Jueves Santo, en formato de Word.