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MONS. JOSÉ ADOLFO LARREGAIN

Homilía para la fiesta de la Virgen de la Merced

Corrientes, 24 de septiembre de 2022

Vemos su bella imagen tan querida por el pueblo correntino, ligada a su historia y tradiciones que se remontan al 1600. En un Acta Capitular el Cabildo de Corrientes (13-09-1660) la proclamó “Patrona Auxiliar del trabajo, contra las pestes y demás calamidades”. Qué vigente sigue siendo este título mariano, al cual le pedimos tenga merced, misericordia y nos obtenga la gracia y el amor que proviene del Padre, se su Hijo Jesús, del Espíritu Santo, realidades que se hicieron presente en la vida de la Madre del Señor.

Es Patrona Auxiliar, su función es esa: ser auxilio, socorro, presencia, cercanía. Qué lindo el lugar que ocupa la Virgen: discreto, silencioso, amable. Como Madre acompaña, sostiene, consuela en el dolor, sufrimiento, enfermedad, muerte. El relato evangélico que acabamos de proclamar nos lo recuerda al pie de la cruz. Tenemos alguien que nos cuida con amor de madre; no estamos solos, huérfanos ni abandonados. Jesús nos regaló su propia Madre para devolvernos la fortaleza y esperanza de la Pascua.

Ayer como hoy pedimos por su intercesión el trabajo, el auxilio ante las pestes y demás calamidades. En su imagen contemplamos a María con unas cadenas o grilletes rotos, los cuales nos indican la liberación de todos los males que proviene de Dios y el compromiso nuestro de una vida conforme al Evangelio, sus principios y valores.

Trabajo, pestes y calamidades son realidades y necesidades muy presentes. Pedimos el trabajo que dignifica, otorga el don del pan de cada día, lo necesario para vivir con dignidad, proyectar la vida, el progreso de nuestra patria. Estamos atravesando tiempo complejos, es necesario la creatividad para generar fuentes de empleo, recuperar la cultura del trabajo, salarios y condiciones dignas, deseo de trabajar.

Seguimos atravesando el Covid19, endemia con la cual nos estamos acostumbrando a convivir. No es tan simple, que ya pasó o que volvimos a lo anterior y lo superamos. Ha pasado mucha agua debajo del puente y sigue pasando, no somos los mismos. Como nos dice el Papa Francisco de una crisis como esta no se sale solo ni nadie sale igual.

Peste y demás calamidades -en su perfil alegórico- puede ser una metáfora de nuestras incapacidades para develar y confrontar las situaciones que vivimos, que provocan fracturas, heridas, enfrentamientos. Pestes como la corrupción del poder, ideologías, opresiones en sus distintas formas las tenemos muy presentes. Símbolos del mal que por un lado se expanden en los corazones y no permiten dejar de lado el egoísmo, indiferencia, avaricia, intereses personales, la hipocresía que tanto daño hace; y por otro, las estructuras de pecado como injusticias, corrupción, violencia, complejos mecanismos al mismo tiempo que sociales, políticos, económicos, ideológicos y hasta religiosos, que si bien suponen el elemento humano como responsable último, una vez establecidos funcionan con cierta autonomía asociándose entre sí. No existe alguien que salga victorioso cuando se actúa de esta manera: perdemos todos.

Hoy nos podemos preguntar: ¿de qué calamidades necesitamos liberarnos?, ¿qué cadenas hay que romper?, ¿cuáles son las esclavitudes que nos oprimen?, ¿qué nombres tienen nuestras pandemias -crónicas, arraigadas, profundas, dolorosas- que necesitamos liberación? Seguramente podemos enumerar una larga lista ante una mirada atenta, no sólo literal sino también alegórica y amplia con perspectiva universal. Tarea para el hogar.

Somos creyentes y tenemos mucho para aportar: el sentido de responsabilidad y compromiso con un actuar y trabajar bien desempeñados, formas de realizarse y de solidarizarse con los demás en la construcción del bien común, cómo nos recuerda el Papa Francisco en Fratelli Tutti y la caridad social. Tengamos presente el sabernos y sentirnos comunidad, como un modo de relacionarnos, estar, interactuar, hacernos cargo unos de otros. El desear, proyectar, ejecutar y caminar juntos es posible cuando existe grandeza de alma y de espíritu (magnanimidad). Recordemos que la grandeza del ser humano está dada por la capacidad de amar, la honradez, honestidad, los valores y principios.

El reinado de Jesús hace de los suyos una familia que tiene un mismo Padre, el Padre celestial, que hace participes de su vida a todos y una misma madre a quien le entrega el cuidado de sus discípulos. A los discípulos les incumbe recibir como propio a la madre de Jesús, siguiendo el modelo del discípulo amado. Hago nuestra una canción que dice: “voy a pedir a María, nuestra Madre, que acompañe a nuestro pueblo en su duro caminar. Voy a pedir al Espíritu de Cristo que en la lucha junto al pobre no nos deje descansar”. Señora nuestra de la Merced, a ti suplicamos que nos alcances la verdadera libertad de los hijos de Dios y nos hagas libre de cualquier esclavitud.

 

†Mons. José Adolfo Larregain

Obispo Auxiliar de Corrientes

 

 

NOTA:  la derecha de la página, en Archivos, el texto como Homilía Virgen de la Merced 2022, en formato de Word.