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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía para el Domingo de Ramos

Corrientes, 28 de marzo de 2021

Breve homilía para la Bendición de Ramos

Para entrar en el espíritu cristiano de la Semana Santa, la liturgia nos ofrece el relato de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y, luego, en la misa, la lectura de la Pasión del Señor. En la vida de Jesús, el triunfo y la pasión van de la mano; Él conquista la vida por el camino de la muerte; la entrada triunfal a Jerusalén se realiza mediante símbolos despojados de poder: un humilde burro en lugar de un caballo; una procesión agitando ramos de paz y no palos de combate; un pueblo que no vocifera, sino que aclama: “Bendito el que viene en nombre del Señor”. Todo se parece más a una fiesta popular que a una demostración de fuerza.

Este es el “ñanderekó” de Jesús, el estilo de Dios que él desea revelarnos, para que también nosotros nos sumemos al “hosanna” y extendamos a su paso los mantos de nuestra vida y lo sigamos hasta el final. Tomemos en nuestras manos los ramos bendecidos y dejemos que el Espíritu Santo nos transforme en instrumentos dóciles y testigos valientes del modo en que Dios desea instaurar en el mundo el reino del amor. Confiemos en el plan de Dios como lo hizo San José, que aún sin comprenderlo del todo, no se dejó llevar por el pensamiento mundano de abandonar a su prometida, sino que confió en Dios.

La pandemia, que nos tiene a mal traer y que nos complicó la vida a todos, puede ser una ocasión providencial para comprender que el único camino para salvarnos es hacernos cargo los unos de los otros, superando las barreras que nos dividen y enfrentan. En la mente y el corazón de Dios, el verdadero poder, ese que da vida y la aumenta, está allí donde los hombres renuncian al dominio que aplasta y optan por el servicio que fraterniza, incluye y promueve, empezando por los más postergados. La prueba por la que estamos atravesando, como la cruz, si la abrazamos con Jesús, seguramente nos hará mejores y más felices a todos.

Con la alegría y la esperanza que nos anticipa la Pascua, entremos con un espíritu de recogimiento a la Semana Santa; durante estos días dediquemos más tiempo a la oración y a la lectura de la Palabra de Dios; y acompañemos todo esto con gestos de cercanía, de perdón y de caridad, llevando en el corazón la gozosa y triunfal exclamación del Domingo de Ramos: “Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor”.

 

Homilía para la Misa del Domingo de Ramos

Acabamos de escuchar el relato de la pasión, crucifixión y muerte de Jesús. Hace un momento recordábamos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y lo hemos aclamado con nuestros ramos bendecidos. También ahora, que asistimos al acontecimiento más impresionante, y al mismo tiempo más admirable de la historia humana, queremos levantar nuestros ramos para decirle a Jesús que estamos dispuestos a acompañarlo hasta el final; que queremos responder a su amor y su perdón con nuestro amor, y porque solo en él encontramos sentido y respuesta a todos los interrogantes de la vida. Con él sabemos por qué optamos por el amor y no por el odio; por qué elegimos siempre la vida y no la muerte; por qué seguimos marcando nuestra frente con la cruz y esperamos contra toda esperanza en la fortaleza que nos da la vida nueva que recibimos en el bautismo.

La Pasión de Jesús es también nuestra pasión; su muerte nuestra muerte y su resurrección es también la nuestra. Hoy queremos unir nuestros sufrimientos a los sufrimientos de Jesús, los sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas, los postergados de siempre y los que ahora padecen por la pandemia del coronavirus y sus seres queridos. La cruz, que fue plantada por la misericordiosa providencia de Dios en los mismos orígenes de la creación de nuestra ciudad, es nuestra memoria, nuestra identidad y nuestro compromiso de vivir dándonos la mano con todos, porque todos fuimos salvados por el amor redentor de Jesús en la cruz.

La Pasión de Jesús no termina con su crucifixión y muerte, sino que culmina en la Resurrección. Dios que entrega voluntariamente su vida por amor a nosotros, él injustamente condenado a la muerte infame en una cruz, al abrazarla con amor y no reaccionar ante ella con la violencia y el odio, desactiva para siempre el poder destructor de la muerte e inaugura el reino del amor, de la libertad, de la justicia y de la paz. Hoy queremos adherirnos con toda nuestra vida a la suya, y ser testigos de la victoria del amor sobre el odio y la muerte. Él es vida y esperanza nuestra.

Así, con la solemne bendición de los ramos y la misa en la que escuchamos los últimos momentos de la vida de Jesús, entramos en el gran misterio de la Semana Santa, que culmina con el Triduo Pascual del Jueves Santo, Viernes Santo y el Sábado Santo con las vísperas de la vigilia de la Resurrección de Jesús. Participemos de estas celebraciones en cuanto sea posible presencialmente, y si no, a través de las transmisiones directas por las redes sociales del arzobispado. Contemplemos a Jesús y aprendamos de él a llevar nuestra propia cruz estrechamente unidos a él y también nuestras alegrías. Y renovemos nuestro compromiso en ser más buenos, pacientes y comprensivos con nuestros familiares, más responsables en nuestros trabajos, más atentos con nuestros semejantes, sobre todo más sensibles y generosos con los indigentes y con los que la pasan mal.

Que nuestra tierna Madre de Itatí nos acompañe durante estos días y nos enseñe a perseverar, como ella, al pie de la cruz de su Hijo, con la esperanza firme en la victoria de la vida sobre la muerte. Así sea.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

 

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