PRENSA > HOMILÍAS

MONSEÑOR STANOVNIK

Misa de la Vigilia de Navidad, homilía

Corrientes, 24 de diciembre de 2024

Les propongo que pongamos atención en tres señales de la Buena Noticia que nos trae la Nochebuena: la primera: el nacimiento de Jesús ilumina la noche; la segunda: el nacimiento de Jesús es causa de alegría; y la tercera señal: el nacimiento de Jesús trae la paz. Mirando esas señales podemos decir que la Navidad es luz, alegría y paz.

La Navidad es luz. En la Palabra de Dios que acabamos de proclamar escuchamos que el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz (cf. Is 9,1-6); que María dio a luz a su hijo primogénito (cf. Lc 2,7); y que la gloria del Señor envolvió con su luz a los pastores que acampaban en las cercanías (cf. Lc 2,9). El nacimiento de Jesús ilumina la noche de nuestra vida. Con esa luz sabemos hacia donde ir y con quien. Ya no estamos solos: Jesús es la luz y el camino. Con él, somos “Peregrinos de la esperanza”, como reza el lema del Jubileo que vamos a iniciar en pocos días más en comunión con toda la Iglesia. Jesús es luz que ilumina el camino peregrinando con nosotros. Abrámosle la puerta de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra comunidad, y juntos seamos testigos alegres de la esperanza.

Abrir la puerta de nuestro corazón a Jesús nos desconcierta porque nos hace ver a un Dios pequeño, frágil, pobre y entregado en nuestras manos. Sin embargo, la confianza que Dios tiene en el ser humano nos sorprende y deja perplejos. A pesar de todas nuestras tinieblas, de los horrores de los que somos capaces, Dios no nos abandona, es luz y esperanza en medio de nuestras oscuridades. Por eso, la claridad que derrama la Navidad nos abre a la esperanza, a la reconciliación y a la solidaridad.

Dijimos que Navidad es alegría. En la primera lectura de hoy se repite la alegría cinco veces en un solo párrafo: Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo, ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría en el reparto del botín (cf. Is 9,2). Y en el Evangelio la alegría del nacimiento se anuncia a unos pastores (cf. Lc 2,10): El Ángel les dijo: no teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo, hoy les ha nacido un salvador.

El nacimiento de Jesús nos llena de alegría. Por eso festejamos. Pero hay que estar atentos porque esa alegría fácilmente se convierte en una apariencia de felicidad, una fiesta maquillada de máscaras que esconden tinieblas, con mucho ruido exterior y poca vida adentro. En cambio, aquí estamos hablando de esa alegría honda que no viene de nosotros mismos, sino que es don del Niño que nos ha nacido. El que experimenta esa alegría no la cambia ni busca otra. La verdadera alegría tiene lugar en los corazones reconciliados y solidarios.

Y, por último, el nacimiento del Salvador profetiza la paz, como lo oímos proclamar en la primera lectura (cf. Is 9,1-6): Al niño nacido se le dará por nombre Príncipe de la paz. Y luego en el Evangelio (cf. Lc 2,1-14) escuchamos esa explosión de alabanza: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él. La paz viene con la reconciliación y el perdón, que son la plenitud de la verdad, la justicia, la libertad y el amor, los cuatro pilares de la paz.

¿Cuáles son las consecuencias en nuestra vida para los que celebramos la Navidad? Repasemos las recomendaciones que le da San Pablo a su discípulo Tito, tal como lo escuchamos en la segunda lectura (cf. Tit 2,11-14): allí nos dice que rechacemos la impiedad y los deseos mundanos, vivamos la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza de la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús.

Abramos las puertas a Jesús para que nazca en nuestros corazones, y pidamos que nos ayude a recrear nuestra convivencia familiar, las relaciones con nuestros amigos y con los que no lo son tanto; con los vecinos, con los compañeros de trabajo y con la comunidad cristiana. Seamos sensibles y solidarios con las personas que padecen hambre, que estén solas, ancianas y enfermas, salgamos a compartir con ellas nuestro tiempo y también nuestra ayuda material. Animémonos a ofrecer un gesto de perdón a quien nos haya ofendido y seamos humildes también en recibirlo de otros.

Así, nuestro saludo y deseos de una feliz Nochebuena, irán más allá de una formalidad y se convertirán en una real colaboración en fomentar lazos de cercanía y de amistad, para que nuestra Navidad sea una celebración de luz, de alegría y de paz. Que la Virgen Madre y su Esposo San José nos lleven al encuentro con el Niño Dios y nos enseñen a compartirlo con todos. Les deseo a todos una santa y muy feliz Navidad. Que así sea.


ARCHIVOS - Archivo 1