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MONSEÑOR STANOVNIK

Homilía en la Misa de institución de Lectores, ordenación de Diáconos Permanentes, y una consagración privada

Corrientes, Iglesia Catedral, 20 de diciembre de 2024

En el contexto de esta celebración vamos proceder a instituir tres candidatos al ministerio de Lectores: Antonio Altamirano (Parroquia San Roque, Pueblo); Daniel Gómez (Parroquia Perpetuo Socorro); y Walter Payes (Parroquia San Roque González). Luego conferiremos a cuatro candidatos el sacramento del Orden Sagrado en el grado del Diaconado: Enrique Leonardo Soto (Parroquia San Luis Rey); Alejandro Kraemer (Parroquia Santa Ana); Walter Encinas (Parroquia Ntra. Sra. de Itatí de Laguna Brava); y Miguel Ángel Gómez (Parroquia Santa Lucía). Y antes de proceder a estos ministerios, vamos a asistir a la consagración personal que va a realizar Gisela Romero, movida por el deseo y la inspiración de dedicar su vida, toda entera, a Jesús, como a su único esposo, amarlo y hacerlo amar en la Iglesia. Nos alegramos con ella, agradecemos a Dios por su consagración, y nos comprometemos a rezar por ella y por su misión.

La Palabra de Dios, que acabamos de proclamar, nos brinda mucha luz para comprender hacia dónde tenemos que orientar nuestra vida. El profeta Isaías (cf. 7,10-14), advierte a los que confían solo en sus propias fuerzas, que Dios mismo les dará un signo en una joven dispuesta a ser servidora con todo su ser, y que por medio de ella nacerá un hijo, a quien le pondrá por nombre Emanuel, que significa “Dios con nosotros”. Luego, el Evangelio (cf. Lc.m1,26-38) da cuenta de la realización de esa promesa en María, quien efectivamente se coloca toda entera al servicio de lo que Dios quiere de ella: “Aquí está la servidora del Señor. Que se haga en mí lo que tú dices”.

Con la iluminación que nos da la Palabra, detengámonos ahora un momento en el ministerio del diaconado. Recordemos primero que diácono quiere decir servidor. En seguida, conviene aclarar dos palabras que se parecen mucho: servidor y esclavo. Aparentemente los dos hacen lo mismo, ambos sirven a los demás, ambos se colocan en el último lugar, uno y otro tienen conciencia de ser menores frente a otros que ellos consideran mayores.

Sin embargo, ser servidor no es lo mismo que ser esclavo. Hay algo fundamental que distingue al servidor del esclavo: es el espíritu. El servidor opta libremente por el lugar desde donde puede servir a todos. Por el contrario, el esclavo no tiene esa libertad. Es precisamente la libertad de optar que distingue al servidor del esclavo y no la actividad que ellos realizan. No es por el servicio o el trabajo que se define la identidad del servidor o del esclavo, sino por el espíritu que anima al que sirve. El espíritu que anima las acciones del servidor es el que hace la diferencia con las acciones que realiza el esclavo.

Por eso es muy importante estar animado por Espíritu de Jesús. Mirándolo a Él, que no vino a ser servido sino a servir, podemos entender el ministerio del diaconado. También la consagrada y los lectores encontrarán el sentido de su vida y servicio contemplando a Jesús. Así lo entiende la Iglesia cuando dice que “En orden a apacentar el Pueblo de Dios y acrecentarlo siempre, Cristo Señor instituyó en su Iglesia diversos ministerios ordenados al bien de todo el Cuerpo” (LG 18). Entre los diversos ministerios está el diaconado y es oportuno que ahora consideremos atentamente cuál es el servicio que el diácono va a desempeñar en la Iglesia.

El don del Espíritu Santo lo va a fortalecer para que ayude al Obispo y a su presbiterio, anunciando la Palabra de Dios, actuando como ministro del altar y atendiendo las obras de caridad como servidor de todos los hombres, especialmente de los miembros más débiles y excluidos de la mesa de los bienes comunes. Como ministro del altar proclamará el Evangelio, preparará el sacrifico de la Eucaristía y repartirá el Cuerpo y la Sangre del Señor a los fieles. También podrá dirigir las celebraciones litúrgicas, administrar el bautismo, autorizar y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos y presidir las exequias. Ejercerá la caridad con los pobres de tal manera que ellos se sientan a gusto con él y dignificados por su servicio.

Queridos diáconos, lectores y nuestra consagrada: el ministerio del lector, como el ministerio diaconal y la consagración los acercará más al altar. El altar es la mesa alrededor de la cual compartimos el mismo Pan, Cuerpo de Cristo. Deberán unirse cada día más estrechamente al altar, para darse generosamente en el servicio a sus hermanos. En esa unión estrecha encontrarán la fuerza para llevar a cabo su misión

Finalmente, querida consagrada, diáconos y lectores, con la ayuda de Dios y de la mano de nuestra Tierna Madre de Itatí, obrarán de tal manera que en todas partes los reconozcan como discípulos de Aquel que no vino a ser servido sino a servir, para que al fin de los tiempos puedan escuchar de sus labios: “Bien, servidor bueno y fiel, entra a participar del gozo de tu Señor”. Amén.

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 24-12-20 Homilía Ordenaciones Diáconales - Lectorados- Consagración, en formato de Word.


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