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Inicio del Año Pastoral en la Arquidiócesis en Itatí

Itatí, 27 de febrero de 2022

Estamos de nuevo aquí, junto a nuestra tierna Madre de Itatí, para iniciar el año pastoral, como lo venimos haciendo todos los años. Nos sentimos muy felices de poder encontrarnos presencialmente y no tener que hacerlo a la distancia desde nuestras casas. Es tan diferente vernos, sentir que estamos uno junto al otro, que somos un pueblo peregrino con enormes deseos de caminar juntos, a pesar de las veces que no logramos hacerlo y nos desanimamos. Sin embargo, como nos exhorta S. Pablo en la primera lectura (cf. 1Cor 15,51.54-58), queremos permanecer firmes e inconmovibles, progresando constantemente en la obra del Señor, con la certidumbre de que los esfuerzos que realizamos en esa obra no serán vanos.

En esta ocasión, hemos venido hasta aquí luego de vivir intensamente la visita de la imagen de la Virgen Peregrina a nuestras comunidades. Hemos sentido su cercanía y su protección en medio del desastre humano y ambiental que están provocando los incendios en nuestros campos. A Ella nos hemos dirigido suplicantes para que aumente entre nosotros y con todos gestos fraternos y solidarios, especialmente con los que más sufren las consecuencias tanto de los incendios como de la pandemia. Con mucha alegría y emoción hemos renovado nuestra amor y devoción a nuestra Madre de Itatí, agradecidos porque Ella siempre estuvo y está allí donde sus hijos sufren, para mostrarles el camino del encuentro con su Hijo Jesús. Hagamos ahora como nos enseña Ella a detenernos en la Palabra de Dios, a prestarle nuestro oído atento y prometerle nuestro compromiso de vivirla.

La sabiduría de la primera lectura nos habla de que la palabra se prueba en tiempo de crisis, así como el “horno pone a prueba los vasos del alfarero, la prueba del hombre está en su conversación”. Hoy, entre nosotros, la pandemia puso a prueba muchos discursos sobre la necesidad de ser solidarios, de cuidarse y cuidarnos entre todos, pero son los hechos los que verifican la autenticidad de las palabras. Y en cuanto a los hechos, damos gracias a Dios por tantos gestos heroicos de los cuales fuimos testigos en este tiempo de prueba; y, al mismo tiempo, reconocemos que a veces nos ha paralizado el miedo y ha tambaleado nuestra fe. Pero hoy, antes de reunirnos para celebrar la Misa, nos hizo mucho bien compartir porqué nos alegramos de estar hoy acá, y eso nos ayudó fortalecer nuestra fe y a renovar nuestra esperanza.

Luego en el Evangelio, Jesús retoma el tema de la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, poniendo en evidencia el orgullo de aquel que siempre ve defectos en los demás y no es capaz de verlos en él mismo. Es muy frecuente la actitud de ver primero los errores en los otros, antes que sus virtudes, lo cual hace imposible que se establezcan vínculos de confianza y surjan oportunidades para caminar juntos y llevar adelante un proyecto en común. Es necesario volver siempre la mirada a Dios y aprender de Jesús para saber cómo nos mira él, qué siente por nosotros y cuál es su modo de tratarnos. La mirada que Jesús tiene sobre nosotros es una mirada buena y confiada, desde la Encarnación hasta la Crucifixión. No es una mirada ingenua, porque ya al nacer experimentó la indiferencia que le negó una posada digna; y luego en la cruz, cargó sobre sí la maldad y el odio del que es capaz el corazón humano y, sin embargo, le pide a su Padre que los perdone porque no saben lo que hacen (cf. Lc 23,34). Para poder caminar juntos, necesitamos la gracia de esa mirada.

 La primera parte del año, además de las actividades pastorales ordinarias, estaremos ocupados en la preparación del Sínodo sobre la sinodalidad, al que nos convocó el papa Francisco, y nos propuso que reflexionemos sobre el siguiente tema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Ya hemos recorrido un buen trecho del camino de preparación del Sínodo. En unos días más, recibiremos algunas pautas para continuar profundizando sobre qué debemos hacer hoy para “caminar juntos”, porque en eso consiste la sinodalidad, en seguir aprendiendo a caminar juntos todos: fieles laicos, personas consagradas, diáconos permanentes, sacerdotes, obispos.

Aprender a caminar juntos no es una ocurrencia circunstancial para hacer algo atrayente, se trata nada menos que de hacer realidad el deseo que Jesús expresó en su oración al Padre: “Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno como nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste” (cf. Jn 17,21). El fundamento y la motivación para caminar juntos está en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. En la Trinidad encontramos el sentido último para trabajar por la comunión, participación y misión. ¿Cómo se lleva a cabo ese camino de ir juntos todos? Jesús lo explica en diversas ocasiones, entre ellas cuando les dice a sus discípulos: “El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga servidor de todos” (Mc 10,43-44); y en otra ocasión, llamándolos les dijo: “El que quiere ser el primero, debe hacer el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35). El poder es para el servicio, para construir unidad, favorecer la participación, y ennoblecer la misión. De no ser así, se convierte en un recurso para someter a otros. La guerra es siempre señal de un poder que somete y destruye.  

La Iglesia nos llama a un examen muy serio, en primer lugar, a los obispos y a los sacerdotes, y luego a todos los fieles, que nos lleve a revisar, entre todos, sobre nuestro modo de animar la comunidad parroquial. A todos se nos han otorgado dones para ponerlos al servicio de la comunión, de la participación y de la misión, pero los sacerdotes tenemos una responsabilidad indelegable de fomentar la unidad, promoviendo la participación corresponsable de los fieles en la animación pastoral de la comunidad, y en la gestión del sostenimiento económico de la misma. Por eso, en este tiempo nos preguntamos cómo se realiza este “caminar juntos” en nuestras comunidades, y qué pasos nos invita a dar le Espíritu para crecer en esa dirección. Para saber qué estamos haciendo bien y qué nos falta, es importante escucharnos y para ello la primera etapa de preparación del Sínodo es precisamente capacitarnos para escuchar activamente. A ello obedece hoy el lema de nuestra celebración: “María, Madre de la escucha, camina con nosotros”.

Pongamos en manos de la Virgen el camino pastoral de este año. Que, así como ella le enseñó a Jesús a caminar junto a nosotros, nos enseñe a nosotros a caminar con Él, entre nosotros y con todos, para ser testigos alegres y audaces con nuestras palabras y nuestras obras de que Dios nos ama. Tierna Madre de Itatí, ruega por nosotros. Amén.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 22-02-27 Homilía Inicio Año Pastoral, en formato de Word.


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