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Homilía en el inicio del ministerio parroquial del Fr. Fernando Luis Gómez OFMCap

Corrientes, Pquia. N. S. de Pompeya, 26 de febrero de 2022

Hoy nos hemos reunidos alrededor del Altar del Señor para celebrar la Eucaristía y, en este contexto, dar inicio al ministerio parroquial al Hno. Fernando, quien llevará a cabo su servicio junto con los hermanos Darío y Prasad. Los tres están llamados a “caminar juntos” en el espíritu de la fraternidad evangélica, aun cuando cada cual realice tareas diferentes en la animación de la comunidad parroquial.

Al contemplar una vez más la bella imagen de Nuestra Señora de Pompeya, descubrimos en ella un profundo mensaje que nos alienta a caminar juntos: Ella no está sola, tiene en sus rodillas al Niño y los acompañan Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. La Madre Virgen no retiene a su Hijo para sí, sino que lo ofrece; los santos que la acompañan están recogidos en oración y estrechamente unidos a Jesús y a la Virgen. El mensaje que se desprende de este cuadro nos habla de la necesidad de estar centrados en lo esencial para poder caminar juntos, y lo esencial está en el centro de la escena: es Jesús, el Hijo de Dios.

Notemos que estamos dando inicio al ministerio parroquial del Hno. Fernando cuando la Iglesia toda está transitando el camino de preparación del Sínodo sobre el tema de la sinodalidad. Y sinodalidad significa “caminar juntos”, aprender a hacerlo todos: fieles laicos, personas consagradas, diáconos permanentes, sacerdotes y obispos. Esta primera etapa sinodal consiste, como sabemos, en escuchar, escuchar a todos. Esto nos enseña que para caminar juntos es necesario escuchar a todos, sobre todo el párroco que inicia su servicio en una comunidad que no empieza su historia con él, sino que ya viene caminando y madurando su fe a lo largo de muchos años.

Al volver nuestra mirada a la imagen de N. Sra. de Pompeya, Ella nos recuerda que para caminar juntos es necesario, ante todo, escuchar a Dios y luego escucharnos entre nosotros, actitud que tendrá que ser testimoniada por el párroco y animada por él en esta comunidad parroquial, porque solo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una parroquia (cf. Aparecida, 201). Dispongámonos, entonces, a profundizar la Palabra de Dios que hemos escuchado, pedir la gracia de acogerla en nuestro corazón y disponer la voluntad para ponerla en práctica.

Vayamos a la primera lectura (cf. Eclo 27,4-7) que acabamos de oír, extraída del libro Eclesiastés, un libro que recoge la sabiduría del pueblo de Israel. En ese breve texto se destaca la importancia que tiene la palabra y la coherencia que la misma debe tener con la vida: “El árbol bien cultivado se manifiesta en sus frutos: así la palabra expresa la índole de cada uno”, es decir, la calidad de persona que es. Miremos esto desde Jesús, que es la Palabra del Padre, y quedaremos maravillados porque a través de sus obras vislumbramos cómo es el corazón de Dios.

Luego en el Evangelio (cf. Lc 6,39-45), escuchamos varias sentencias sobre la sabiduría que hay que tener para tratar a los demás. Esa sabiduría se aprende mirando a Jesús, que muestra a Dios Padre benevolente y misericordioso para juzgarnos. De allí la pregunta que nos sirve para revisar cómo juzgamos a los otros: ¿Por qué mirás la basurita que hay en el ojo de tu hermano y no ves la mugre que hay en el tuyo? O más adelante, donde advierte que la bondad y la maldad sale del corazón del hombre: “El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca la maldad de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Y, finalmente, san Pablo (cf. 1Cor 15,54-58) nos anima a permanecer firmes en la sabiduría de Jesús en quien, y con quien también nosotros vencemos el pecado y el mal, dándonos la certeza de que los esfuerzos que realicemos unidos a Él en el camino del bien no serán vanos.

La Madre de la Sabiduría es María de Nazaret, porque la sabiduría de Dios se manifestó plenamente en el Verbo hecho carne en el seno de María. A Ella recurrimos hoy para encomendarle al P. Fernando y a toda la comunidad parroquial en el inicio de su ministerio como párroco. La sabiduría del pastor, que se inspira en Jesús Buen Pastor, consiste en cultivar un corazón de madre y una mirada de padre, que lo disponga para escuchar con humildad a todos para responder a lo que Dios quiere hoy para esta comunidad parroquial.

El párroco es ese pastor que camina en medio de la comunidad acompañando, es capaz de ponerse en el último lugar para animar a los rezagados y desalentados, y ejerce también su autoridad de servicio colocándose al frente, para cumplir con el mismo oficio que realizaba cuando estaba en medio y al final, vale decir, predicar la Palabra, invitar a la reconciliación y convocar a la Eucaristía.

Tanto la pandemia, que nos sigue tratando mal, como la devastadora crisis humana y ambiental que están provocando los incendios, nos tiene que enseñar a caminar juntos y juntos cuidar a los más vulnerables. Por eso, Caritas y otras formas de solidaridad, son expresiones de una comunidad que realmente se esfuerza por cultivar la unidad y cuidar a todos. Demos una mirada más a la Virgen de Pompeya, para pedirle la gracia de dedicarnos a lo esencial que Ella nos enseña con su venerada imagen: centrar nuestro amor en Jesús y vivirlo en el trato con todos, en particular, con aquellos que más nos cuesta y ponen al límite nuestra paciencia, para recordarnos que el amor todo lo puede.

Para concluir, recordamos agradecidos los años de servicio como párroco, que ha prestado entre nosotros el Hno. Nelson, quien se está preparando ahora para ir de misionero al África. Que esa opción misionera estimule también entre nosotros una comunidad abierta siempre a la misión, con la vista y el corazón puestos en los más pobres y en los alejados de la fe. ¡Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya, ruega por nosotros!

 

Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 22-02-26 Nuevo párroco de Pompeya -Fr.FernandoGómez, en formato de Word.


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