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MONS. JOSÉ ADOLFO LARREGAIN

Homilía para la Misa de la Primera Jornada Mundial de Abuelos y personas mayores

25 de julio de 2021, Iglesia Catedral

Celebramos la primera “Jornada mundial de los abuelos y de los mayores” instituida por el Papa Francisco, en el domingo próximo a la fecha de la celebración de los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús, cuya fiesta celebramos mañana. El sentido de esta jornada es despertar conciencia colectiva de gratitud, aprecio, hospitalidad, valoración, cariño, afecto, ternura, respeto, justicia… hacia nuestros abuelos, ancianos y mayores. Son una parte activa muy importante, son presente y futuro: ¡Gracias! El tiempo de la vejez, plenitud humana, don de Dios que ha de recibirse con gratitud.

Le pedimos a Dios, nuestro Señor, que fortalezca a todos los que dedican su vida en el servicio al cuidado de los ancianos y mayores: saludamos a los más de 260 miembros de la Asociación de Cuidadores Domiciliarios de Corrientes, a los que cuidan enfermos, acompañan ancianos, los especializados en gerontología y salud, médicos, enfermeros, kinesiólogos y otras especialidades. Llegue el reconocimiento a los que tienen el carisma, don, vocación, amor, generosidad de la atención tan loable de ancianos y mayores. Tenemos presente a los hogares de ancianos, residencias, asilos, al personal que trabaja en dichas instituciones. Aprovechamos esta ocasión para agradecer el servicio de los ministros de la Eucarístía, que llevando a Jesús -el Pan de Vida-; a la Pastoral de la Salud por el esfuerzo y acompañamiento a lo largo de este tiempo; a sacerdotes, religiosos y religiosas. Llegue un saludo muy especial a los ancianos que viven solos, a los olvidados: Dios no se olvida de ustedes. Rezamos por los que están enfermos, internados, con dificultes en la salud, los que han perdido su compañero/a especialmente en este tiempo de pandemia.

En la Biblia, la longevidad es altamente valorada, es una bendición que Dios concede. Dios permite a través de los años profundizar su conocimiento, acrecentar la intimidad con Él, entrar más y más en su corazón, entregarnos con confianza. Encontramos, por ejemplo, que del vientre estéril de Sara y del centenario Abraham nació el Pueblo Elegido; de Isabel y Zacarías nació Juan el bautista. En las sagradas escrituras el anciano en su debilidad puede convertirse en un instrumento de salvación. El plan de Dios se lleva a cabo para mostrar su grandeza en la fragilidad del cuerpo debilitado, en la considerada esterilidad humana, inutilidad, incapacidad, insuficiencia, agotamiento.

El anciano es muy respetado y valorado, se lo considera fuente de sabiduría, memoria viva de la tradición, símbolo de la experiencia y prudencia. Dichos valores están asociados a los años. Traemos a la memoria lo que nos dice el bello salmo (92, 13-15): “El justo florecerá como la palmera;
crecerá como cedro del Líbano. Trasplantado en la Casa del Señor, florecerá en los atrios de nuestro Dios. En la vejez seguirá dando frutos,
se mantendrá fresco y frondoso”.

Qué maravilloso es cuando nos encontramos con personas ancianas santas, que combinan ambos aspectos: la santidad y los años. Personas con un envejecimiento positivo: agradecidas, alegres, en paz, serenas, bondadosas, reconciliadas, esperanzadas: ¡Cuánto bien hacen personas así!

Fructificar en la vejez, nos dice el salmo, tiempo para renovar la fecundidad. La ancianidad es una vocación, contiene gracias y misión. Es un trabajo artesanal, hay que ir aprendiendo a envejecer: es todo un arte. Es tiempo para inventar y reinventarse. Los mayores son fuente de sabiduría, memoria de la vida, de fe, tensiones, conflictos, heridas, dolores, superación, resiliencia. ¡Cuánto han vivido y superado! Son maestros que enseñan a las generaciones futuras.

Mantenerse fresco y frondoso sinónimo de envejecer con esplendor. Qué lindo encontrar personas que no pierden el sentido de vivir. Es el momento de alimentar la profunda convicción que cuando se cierra una puerta se abre una ventana. Es capacidad de apertura y creatividad. ¡Qué lindo cuando nos encontramos con gente grande que tiene espíritu fresco y juvenil!

Si nos imaginamos la vida como una barca, a medida que van pasando los años y al avanzar en edad, se descubre que se depende más del viento que de los remos, es decir se depende más del Espíritu que de las propias fuerzas. Es el tiempo de la restitución, de devolverle al Señor y a la vida todo aquello que nos ha dado. Es el tiempo de pasar haciendo el bien y vivir con esa serena y sana preocupación.

Este domingo y los siguientes, la liturgia nos invita a reflexionar tomando el relato del discurso del Pan de Vida. San Juan tiene predilección por el lenguaje de los símbolos mostrando la capacidad de significar que tienen. Los milagros son signos que revelan quien es Jesús y cuál es su misión.

Esta jornada nos recuerda la importancia de Jesús para nuestra vida. Él es el único que sacia profundamente nuestras necesidades, colma, calma y pacifica nuestro corazón: da vida, amor, alegría, paz, todo lo que podamos necesitar. Jesús se ofrece como alimento, nos invita a su mesa, es el Pan de Vida.

 Los cinco panes y dos peces nos recuerdan el origen humilde del grandioso prodigio, el contraste de la sobreabundancia y permanencia del alimento. Hoy sigue habiendo doce canastos para seguir repartiendo y recibiendo al Maestro.

A Jesús lo quieren proclamar rey y se retira al monte solo. Solamente a través de su muerte llegará a ser rey. Sólo a través de su pasión, muerte y resurrección será el verdadero pan de vida.

En nombre de todos me atrevo a decir: Señor, cuando flaquea mi fe, cuando siento desfallecer, cuando no puedo seguir y me faltan fuerzas, voy a tu Palabra y a tu mesa: Tú eres el Pan de Vida, mi maná en el desierto, alimento, consuelo, remedio, fortaleza, sustento, alegría y confianza para mí. Amén.

 

Mons. José Adolfo Larregain

Obispo Auxiliar de Corrientes

 

 

NOTA: a la derecha de la página, en Archivos, el texto como Homilia I Jornada de los abuelos 2021, en formato de Word.


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