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MONS. ANDRES STANOVNIK

Misa de inicio del ministerio parroquial del Pbro. José Billordo

Corrientes, Catedral, 26 de diciembre de 2020

Nos hemos reunido hoy para conmemorar con toda la Iglesia el martirio de San Esteban, inmediatamente al día siguiente, en el que hemos celebrado con gozo la vida naciente de Niño de Belén. En este contexto, marcado por la alegría del nacimiento del Hijo de Dios y, al mismo tiempo, por la muerte violenta del primer testigo que entregó su vida por fidelidad a Cristo y a su Evangelio, vamos a asistir al inicio del ministerio parroquial del Pbro. José Billordo y de su vicario el Pbro. Nelson Benítez Zini, en esta comunidad de la iglesia catedral.  

El nacimiento de Jesús y la muerte de su fiel testigo Esteban, diácono y protomártir, nos brindan las notas esenciales de la misión del párroco. Los dos acontecimientos que colocan delante de nuestros ojos la vida y la muerte, nos recuerdan el misterio pascual: la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. El servicio más importante que cumple el párroco es presidir la Eucaristía de la comunidad, en ella se centra toda la vida y actividad de la parroquia, y en ella encuentra su culminación y su fuente. La liturgia, la catequesis y la caridad son sus pilares básicos, sobre ellos se construye la comunidad parroquial que celebra con gozo su fe, la transmite como enseñanza viva y transformadora, y la expresa en gestos de amor fraterno a los hermanos y hermanas necesitados de la comunidad y a todos aquellos a los que puede alcanzar, por el solo hecho de que son personas que necesitan de ayuda.

Este modo de ser Iglesia provoca inquietud en aquellos círculos de poder que se instalan solo para cuidar sus propios intereses y se olvidan de los humildes y los pobres. Ese poder autosatisfecho reacciona violentamente cuando se siente amenazado. Ahí tenemos a Herodes enfurecido matando inocentes, o al diácono Esteban contra el que vociferaban los representantes del poder religioso y al que apedreaban hasta matarlo. Incluso el Niño Jesús tendrá que huir para escapar de ese flagelo instalado en el mundo. Esta historia se repite a lo largo de los siglos hasta nuestros días. Esteban nos da un testimonio valiente de cómo se anuncia el Evangelio, aún en tiempos de crisis.

Jesús, en el Evangelio que acabamos de proclamar, advierte a sus discípulos sobre las consecuencias que tendrán que soportar al anunciar la buena noticia: “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas (…), pero no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes” (Mt 10,16-20). La astucia y la mansedumbre van de la mano cuando el discípulo de Jesús se deja transformar por el Espíritu Santo, espíritu de amor, de sabiduría y de fortaleza.

El párroco deberá ser el hombre de Dios que acompaña, anima y sostiene a su comunidad, con la palabra y los sacramentos, a vivir el misterio pascual en la vida ordinaria y en las responsabilidades familiares y civiles, que hoy están condicionados por el flagelo global de la pandemia y exige de todos mucha paciencia y compromiso solidario. Y en esto, la comunidad cristiana estará siempre dispuesta a colaborar con todas aquellas instituciones que buscan y trabajan para el bien de todos, con una especial predilección por aquellos que más sufren y por aquellos a los que no llega una suficiente ayuda para salir de su pobreza. Esta tarea caritativa exige un esfuerzo perseverante en afianzar la unidad y la comunión de la comunidad parroquial, a fin de que la misión sea una expresión viva y testimonial de una comunidad que celebra gozosamente la Eucaristía.

Como una familia, o cualquier grupo humano que pretenda llevar adelante un proyecto común, la unidad es el soporte esencial para superar crisis y fortalecerse en la comunión y la misión. La verdadera unidad, es siempre misionera, es decir, está abierta y desea que todos gocen de los beneficios de la comunión y la unidad. La comunión y la misión tendrá que seguir consolidándose en la apertura y el encuentro con las comunidades parroquiales del decanato y de la diócesis.

El párroco nuevo tiene que estar dispuesto, ante todo, a escuchar y a aprender. La comunidad que lo recibe tiene su identidad y su historia, que la convierte, en cierto modo, en “maestra” del párroco, a la que tendrá que conocer y también darse a conocer. La paciencia es la clave del amor que va forjando el encuentro y entusiasmando la misión. Para ello, son indispensables los consejos de pastoral y asuntos económicos, los cuales, junto con el párroco, animan corresponsablemente al vida y acción de la comunidad.  

Agradecemos los años de servicio que brindó el Pbro. Jorge C. Ojeda en esta parroquia y lo acompañamos con nuestra oración para que pueda recuperar pronto su salud. También encomendamos al P. José Francisco, agradecidos por su presencia y servicio sacerdotal entre nosotros, y oramos por el nuevo oficio de rector y párroco que asumió hoy en la parroquia y santuario de San Cayetano. Que Nuestra Señora del Rosario proteja y acompañe el ministerio parroquial que hoy asume el P. José Billordo, junto con su nuevo vicario parroquial, el P. Nelson Benítez y al P. Ariel Weimann quien continúa en su oficio de vicario, y suplicamos que el Espíritu Santo los ilumine y los consuele para que, en este tiempo difícil que nos toca vivir, sean instrumentos de paz, de consuelo y de esperanza para todos.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 


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