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Celebración del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Texto de la Homilía del Arzobispo:
1. Hoy celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, signo del inmenso amor de Dios por los hombres. “¡Oh banquete precioso y admirable –exclamó santo Tomás de Aquino– banquete saludable y lleno de toda suavidad!” También Francisco de Asís, conmovido ante tan grande misterio, expresó su admiración exclamando “¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla, que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan!”
2. La Iglesia, imitando a María que guardaba y meditaba las cosas del Señor en su corazón (cf. Lc 2,19), nos va introduciendo como una Madre en los misterios de Dios. El Cuerpo y la Sangre del Señor, es una realidad de la Última Cena, que la Iglesia quiere destacar en esta solemnidad y colocarla delante de nuestros ojos. Se trata del momento en que Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo” y lo mismo hizo con la copa de vino, como lo escuchamos recién en el evangelio de san Marcos. La Iglesia nos invita hoy a contemplar el Santísimo Sacramento, y escuchar a Jesús que nos dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre” (Jn 6,51), para que entremos cada vez más en los misterios del amor de Dios y vivamos en él.
3. Al contemplar el Pan vivo bajado del cielo, nuestra atención se dirige a la mesa del altar y el alimento que está puesto sobre ella. La mesa es signo de reunión, de encuentro, de comunicación. La comida que colocamos sobre la mesa es para todos, por consiguiente es algo que se parte, se distribuye, se comparte. Estamos celebrando esta fiesta en el templo de la Santísima Cruz de los Milagros. Si prestamos atención al signo de la Cruz, nos vamos a dar cuenta que tiene mucho que ver con la mesa del altar y con la comida que compartimos. El amor de Jesús llevado hasta el extremo de dar la vida por nosotros, se hizo alimento y bebida de salvación. Él se entregó como pan de amor, para que nosotros viviéramos por él, con él y en él. Por eso, entrar en comunión con él y con los hermanos, es estar dispuesto a abrazar la cruz y sacrificarse por los demás.
4. Preparando el Centenario de nuestra diócesis, nos propusimos ser mejores “discípulos y misioneros de Jesús, con María de Itatí, junto a la Cruz”. La mesa del altar, el alimento que colocamos sobre ella, y la palabra de Dios que proclamamos, es la mejor escuela para aprender el estilo de Dios y tomar fuerzas para realizarlo como discípulos en nuestra vida. Nos llena de alegría sentir que Dios se hace tan pequeño y tan humilde, que repartido en mil pedazos, llega con su palabra, con su cuerpo y su sangre, hasta lo más personal e íntimo de cada persona. Ese gozo inmenso de encontrarse personalísimamente con él no se cierra en el individuo, sino que desborda hacia los otros, fortalece los vínculos de amor y de solidaridad entre los amigos y amigas de Jesús y los hace misioneros.
5. “Compartir nos hace bien”, dice una parte del lema de la colecta de Caritas que se está realizando este fin de semana en todas las Iglesias del país. Esta colecta nos propone que actuemos con el estilo de Dios, que nos hagamos pan para los demás, solidaridad, cercanía, ayuda, promoción. Ese compartir es consecuencia de lo que aprendemos y celebramos en la Eucaristía. Al comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos sentimos solidarios con todos, especialmente con los que menos tienen y menos pueden. Por eso nos apresuramos en hacerles llegar nuestra comunión y nuestro amor con todo lo que somos y tenemos. Hay quienes necesitan con urgencia alimento, ropa, atención sanitaria; otros trabajo, incentivos para salir de la pobreza; necesitamos estar más cerca de nuestros adolescentes y nuestros jóvenes, cuidar más a nuestros niños y niñas. El Congreso Eucarístico nos puso delante del mandato de Jesús: “Denles ustedes de comer”. Todos sabemos que, además de compartir el pan y socorrer nos en nuestras necesidades materiales, se trata de reconstruir vínculos, acercarse, perdonar, reconciliar.
6. “Es posible. Tu solidaridad transforma. Compartir nos hace bien”. Así es el lema completo de la campaña de Caritas. Creemos que es posible una profunda transformación de nuestra realidad, porque Dios se hizo definitivamente solidario con el hombre por medio del sacrificio de la cruz. Todos debemos mirar más hacia Jesús crucificado para comprender el extraordinario misterio que celebramos cuando nos reunimos alrededor de la mesa del altar y compartimos su cuerpo y su sangre. Su solidaridad nos hace solidarios. Él lo hace posible si nosotros dejamos que su presencia nos transforme. Necesitamos hacer el camino interior para darnos cuenta que el poder de Dios está en el compartir y que ese compartir no tiene fronteras.
7. Vamos a llevar el Santísimo Sacramento por las calles de nuestra ciudad. Cuerpo entregado y sangre derramada en la Cruz, pan de vida y alimento de salvación. Quisiéramos que esta procesión nos comprometiera en dos direcciones. La primera, que nos llevara hacia nuestro interior y nos dejáramos interpelar por el gesto de Jesús: tomen y coman, éste es mi cuerpo. Que esa interpelación nos identifique con el estilo de Jesús, nos entusiasme con él y nos haga más amigos y discípulos suyos. Y la segunda, que nos lleve responderle como lo hicieron los israelitas cuando Moisés les presentó los mandamientos de Dios: “Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor”. El que entra en comunión con la Palabra de Dios y con el Pan de Vida, debe estar dispuesto a “hacerse pan” y entregarse como alimento en el servicio a los hermanos. Esto exige dejar la declamación y empezar a hacer realidad una cultura donde se comparte realmente, se busque la participación de todos y se incentive la responsabilidad.
8. Que María de Itatí nos cubra con su manto y nos proteja de todo mal, especialmente del mal que nos hace insensibles a las necesidades del prójimo e indiferentes a la realidad social y política. A ella le pedimos que sostenga nuestra fragilidad para mantenernos de pie con ella junto a la Cruz de su Hijo, nos haga fuertes en la solidaridad y nos enseñe la alegría de compartir. Amén.
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