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En el Año de la fe

 Mensaje de Pascua 2013

 La luz de Cristo gloriosamente resucitado
disipe las tinieblas de nuestra mente y del corazón.
(Liturgia de la Vigilia Pascual)

 El primer signo que nos brinda la liturgia de la Vigilia pascual es la luz. Dios sabe que el hombre necesita de la luz para vivir, pero también sabe que no puede dársela a sí mismo. Por eso se presenta ante él como un Dios de luz: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Jn 8,12), dijo Jesús. En efecto, la noche de la Vigilia pascual se inicia con la bendición del fuego nuevo en el atrio del templo. Con ese fuego se enciende el cirio pascual que representa a Cristo resucitado. Ante esa nueva luz estalla de alegría el cielo y la tierra, porque las tinieblas del pecado y de la muerte fueron definitivamente vencidas.
La respuesta a la Pascua del Señor es la fe. Esa fe ilumina a todo el hombre: espíritu y cuerpo, inteligencia y voluntad. Por eso, profesar a Jesucristo Resucitado nos debe llevar a un verdadero cambio en las relaciones con nuestros semejantes: cuidarnos unos a otros –como nos recordó el Papa Francisco– preocuparnos por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón; preocuparnos uno del otro en la familia: los cónyuges se cuidan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres; y vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien.
Cuidemos también la fe de nuestro pueblo y los valores que la sustentan. La luz de la fe jamás impide nada de lo que hace al bien integral de la persona humana y de la comunidad. Al contrario, le proporciona claridad para discernir aquello que favorece la vida y beneficia su auténtico desarrollo. Por eso, para construir una sociedad que prospere en forma pacífica y armoniosa es necesario privilegiar efectivamente la atención hacia los más desfavorecidos, trabajando sobre las verdaderas causas que generan pobreza e inseguridad, poniendo en riesgo a toda la sociedad.
Se disipan las tinieblas de la mente y somos más razonables cuando optamos por el diálogo, el respeto por el otro y nos esforzamos por sumar esfuerzos para enfrentar los enormes desafíos que tenemos por delante. En el camino hacia la Pascua y para vivir con renovado entusiasmo la fe y el compromiso que la misma conlleva, nos alientan las palabras del apóstol San Juan: “Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad” (Ef 5,8-9).
Por eso, como expresión de nuestra fe pascual, tratémonos mejor en la familia y en los demás ámbitos de nuestra convivencia social y pública; y acompañemos esos gestos de amistad y buen trato con una acción solidaria y generosa en beneficio de los que menos tienen.

¡Muy felices Pascuas de Resurrección!

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap.
Arzobispo de Corrientes


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