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“HACIA UN BICENTENARIO EN JUSTICIA Y SOLIDARIDAD (2010-2016)”

Monseñor Stanovnik: Presentación del Documento de los Obispos argentinos

Ante todo, quisiera dar gracias a Dios, dador de todo bien, por el regalo de este documento, que ahora tengo el honor de presentarles. Se trata de un texto inspirador y programático en vista del Bicentenario, de allí le viene la primera parte del título. La segunda parte se completa con la aspiración de celebrarlo “en justicia y solidaridad”. Este anhelo y meta le confiere al documento una fuerte impronta social con una particular incidencia en el campo de la vida política de los argentinos.
Si miráramos este documento desde el mandamiento principal (Mc 12, 29-31), podríamos decir que nos motiva a reflexionar sobre el mandato de Jesús de “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”, dándole especial énfasis a la segunda parte del mandamiento: el amor al prójimo. En ese sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica, afirma que “la caridad representa el mayor mandamiento social”.

1. El autor, sus intenciones y el destinatario
El autor del documento es la Conferencia Episcopal Argentina. Es un documento de obispos-pastores, que fue publicado el pasado viernes 14 de noviembre, durante la Asamblea Ordinaria de la Conferencia. Las primeras frases que leemos dan cuenta de la perspectiva desde la cual se comparte el mensaje: “Les escribimos desde nuestra fe como discípulos y misioneros de Jesucristo…” y, un poco más adelante, en el n. 6, se declara que “como hombres de fe y pastores hacemos nuestros aportes, sabiendo que la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”. Y que la intención de esos aportes es “compartir nuestros anhelos y preocupaciones”. Al final del documento, se vuelve sobre la perspectiva fundamental: “lo hacemos desde la fe en Jesucristo” a quien contemplamos angustiado hasta las lágrimas cuando algunos en su tierra no aceptaban el mensaje de paz que él les ofrecía, citando al evangelista Lucas (19, 42).
Es importante que destaquemos el destino universal de este mensaje (n. 1): “La misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal”; y las motivaciones que lo animan: porque “nada de lo humano [a Jesucristo] le puede resultar extraño (…) y porque todo signo auténtico de verdad, bien y belleza en la aventura humana viene de Dios y clama por Dios”.
Es bueno resaltar que los destinatarios somos todos los argentinos, incluidos los pastores, asumiendo responsabilidades y tareas en conjunto, con las correspondientes funciones que competen a cada uno. Por eso, en la conclusión se advierte que estas reflexiones se escribieron con espíritu constructivo, “sin dejar de interrogarnos sobre nuestras propias responsabilidades” (n. 41).
Sin embargo, aun cuando los destinatarios seamos todos, como lo acabamos de ver, el documento tiene un destinatario predilecto, que no está mencionado, pero que se puede descubrir por el tema que se aborda en el mensaje: son los fieles laicos. Porque son ellos quienes por vocación deben estar presentes en la vida pública, y más en concreto, “en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias”, como recordó el Papa Benedicto XVI en Aparecida. Allí leemos también que son ellos los que tienen que iluminar con la luz del Evangelio todos los ámbitos de la vida social y construir una ciudad temporal de acuerdo con el proyecto de Dios (cf. DA, 501 y 505).
2. Algunos datos para tener en cuenta
Algunos datos que pueden ser útiles para una mejor comprensión del documento:
- El acontecimiento del Bicentenario es la realidad histórica que motivó el mensaje. Queremos aportar nuestra visión cristiana y compromiso a la construcción de una Nación más justa y más fraterna. El Bicentenario es un tiempo de gracia para nuestro pueblo. La gracia de Dios nos hace más justos, nos reconcilia, y nos fortalece para caminar juntos hacia un nuevo proyecto de país, como reza un apartado del documento. No es la meta final que aspiramos los cristianos, pero es una etapa indispensable a la que debemos comprometer todos nuestros esfuerzos, porque “no podemos ser peregrinos al cielo si vivimos como fugitivos de la ciudad terrena.” (Navega Mar Adentro, 74).
- el Documento de Aparecida, el más citado en el mensaje: 17 veces. A estas citas habría que añadir las que corresponden al Discurso Inaugural del Santo Padre pronunciado en Aparecida, al que haremos mención más adelante. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las citas de Aparecida corresponden a la tercera parte del documento: “La Vida de Jesucristo para Nuestros Pueblos”, dedicada a las orientaciones pastorales, que iluminan la actuación de los discípulos misioneros de Jesucristo en el campo concreto de la realidad.
- El Compendio de la DSI está citado cinco veces. Y, en este contexto, hay que tener presente varios documentos que iluminan la realidad social y a los cuales se hace referencia: Sollicitudo Rei Socialis (SRS) de Juan Pablo II (1987); Iglesia y Comunidad Nacional (ICN) del Episcopado Argentino (1981); varios mensajes del Episcopado Argentino sobre la cuestión social: Afrontar con grandeza nuestra situación actual (2000), citado dos veces; La Doctrina Social de la Iglesia. Una luz para reconstruir la Nación (2005); y se cita la Oración por la Patria precisamente en la parte donde se pide la gracia de “ser Nación, una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común”.
- Se cita tres veces el Discurso Inaugural del Santo Padre en Aparecida. La primera señalando que “la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”; la segunda, para recordar que la “opción preferencial por los pobres brota de nuestra fe en Jesucristo”; y la tercera donde se observa que “En un continente de bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas”.
Como se puede apreciar, este documento inspirador para camino que queremos transitar hacia el Bicentenario, tiene un fuerte contenido social, que desea implicar “a todos nuestros hermanos que habitan esta bendita tierra” (n. 1).
3. Estructura del Documento
Tiene 41 parágrafos en total, con uno de introducción y otro como conclusión y siete apartados, cuyos títulos leemos a continuación:
Aportes para una nueva Nación
La celebración del Bicentenario (2010-2016)
Juntos para un nuevo proyecto de país
Un nuevo acuerdo sobre políticas públicas
Qué estilo de liderazgo necesitamos hoy
Nuevas angustias que nos desafías
Metas a alcanzar a la luz del Bicentenario
Como podemos notar, ya los títulos crean un clima de expectativa sobre algo nuevo, que late con nueva fuerza y estimula más los deseos que tenemos de ser Nación. Todo esto desde la perspectiva de los valores cristianos, que prevalecen como fundamentales en nuestra cultura, tales como “la fe, la amistad, el amor por la vida, la búsqueda del respeto a la dignidad del varón y la mujer, el espíritu de libertad, la solidaridad, el interés por los pertinentes reclamos ante la justicia, la educación de los hijos, el aprecio por la familia, el amor a la tierra, la sensibilidad hacia el medio ambiente, y ese ingenio popular que no baja los brazos para resolver solidariamente las situaciones duras de la vida cotidiana. Estos valores tienen su origen en Dios y son fundamentos sólidos y verdaderos sobre los cuales podemos avanzar hacia un nuevo proyecto de Nación, que haga posible un justo y solidario desarrollo de la Argentina” (n. 10).
4. Algunos textos significativos
Aportes para una nueva Nación
Es muy importante señalar que la primera observación que se hace sobre nuestra realidad es positiva y abre a la esperanza: se constata que “está por nacer un país nuevo, aunque todavía no acaba de tomar forma” (n. 2). Esa esperanza se basa “gracias al diálogo”, porque nos permitió vivir “aprendizajes cívicos importantes. De manera institucional, logramos salir de una de las crisis más complejas de nuestra historia. Elegimos la no-violencia y se establecieron programas específicos para el cuidado de los más débiles. La experiencia histórica nos ha demostrado que por el camino de la controversia se profundizan los conflictos, perjudicando especialmente a los más pobres y excluidos” (n. 2).
En el párrafo que acabamos de citar, se apuntan tres temas de fondo que luego atraviesan todo el documento: el valor de la institucionalidad, el urgente cuidado de los más pobres y excluidos, y la necesidad del diálogo. En los siguientes números de este apartado hay una referencia a cada uno de esos temas, subrayando las fortalezas que tenemos y “que nos hacen pensar que está por nacer un país nuevo”.
- Hay mayor conciencia institucional. “A partir de las crisis vividas, ya nadie se cuestiona la necesidad de un Estado activo, transparente, eficaz y eficiente. Crecimos en la promoción de los derechos humanos, aunque todavía debemos avanzar en su concepción integral, que abarque a la persona humana en todas sus dimensiones, desde la concepción hasta la muerte natural. También maduramos en la aceptación del pluralismo, que nos enriquece como sociedad, aunque todavía persisten resabios de antiguas intolerancias” (n. 3).
- Opción por la no-violencia y conciencia de la inutilidad de la controversia porque profundiza los conflictos y perjudica especialmente a los más pobres y excluidos. “Anhelamos poder celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión social. Estar a la altura de este desafío histórico, depende de cada uno de argentinos. La gran deuda de los argentinos es la deuda social. Podemos preguntarnos si estamos dispuestos a cambiar y a comprometernos para saldarla” (n. 5).
- Experiencia y valoración del diálogo. Es, primariamente, un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial y requiere que nos decidamos a un mayor compromiso ciudadano. Pero sólo habrá logros estables por el camino del diálogo y del consenso a favor del bien común” (n. 5).
La celebración del Bicentenario (2010-2016)
También aquí es importante destacar que la primera mirada sobre nuestro pasado es positiva: “Estamos agradecidos por nuestro país y por las personas que lo forjaron, y recordamos la presencia de la Iglesia en aquellos momentos fundacionales” (n. 7). Sólo desde una “memoria positiva”, que no significa memoria ingenua, sino siempre memoria reconciliada, se puede construir el presente y tener esperanzas hacia adelante.
Por eso, más adelante leemos que: “Desde los inicios de nuestra comunidad nacional, aun antes de la emancipación, los valores cristianos impregnaron la vida pública. Esos valores se unieron a la sabiduría de los pueblos originarios y se enriquecieron con las sucesivas inmigraciones. Así se formó la compleja cultura que nos caracteriza. Es necesario respetar y honrar esos orígenes, no para quedarnos anclados en el pasado, sino para valorar el presente y construir el futuro” (n. 9).
En el número siguiente se hace un elenco de esos valores y se concluye diciendo que: “Estos valores tienen su origen en Dios y son fundamentos sólidos y verdaderos sobre los cuales podemos avanzar hacia un nuevo proyecto de Nación, que haga posible un justo y solidario desarrollo de la Argentina” (n. 10).
Juntos para un nuevo proyecto de país
Luego de recordar que nuestra patria es un don de Dios confiado a nuestra libertad, un regalo que debemos cuidar y perfeccionar, se advierte en los números 11 y 12 sobre el peligro al que nos exponemos cuando priman intereses particulares y egoístas sobre el bien común, y posturas intransigentes que nos fragmentan y dividen, recoge la opinión generalizada sobre la necesidad de que los argentinos nos pongamos de una vez por todas, como ya se había dicho en Iglesia y Comunidad Nacional (1981), a buscar entre todos una “leal convergencia de aspiraciones e intereses entre todos los sectores de la vida política con miras a armonizar el bien común, el bien sectorial y el bien personal, buscando una fórmula de convivencia y desarrollo de la pluralidad dentro de la unidad de objetivos fundamentales”, es decir, de elaborar un proyecto de país (n. 13).
Para ello, “es indispensable procurar consensos fundamentales que se conviertan en referencias constantes para la vida de la Nación, y puedan subsistir más allá de los cambios de gobierno” (n. 14). Para que esto sea posible se “requiere la participación y el compromiso de los ciudadanos, ya que se trata de decisiones que no deben ser impuestas por un grupo, sino asumidas por cada uno, mediante el camino del diálogo sincero, respetuoso y abierto. Nadie puede pensar que el engrandecimiento del país sea fruto del crecimiento de un solo sector, aislado del resto” (n. 15).
Un nuevo acuerdo sobre políticas públicas
Este apartado empieza recordando que “el diálogo es esencial en la vida de toda familia y de cualquier construcción comunitaria” (n. 16) y lo reitera en cada uno de los números que sigue, remarcando que “sólo el diálogo hará posible concretar los nuevos acuerdos para proyectar el futuro del país y un país con futuro” (n. 18). Además, advierte que “estamos ante un momento oportuno para promover entre todos un auténtico acuerdo sobre políticas públicas de desarrollo integral” (n. 18).
El n. 19 añade una nota sustancial al proceso del diálogo, indicando que “nunca llegaremos a la capacidad de dialogar sin una sincera reconciliación. Se requiere renovar una confianza mutua que no excluya la verdad y la justicia (…) Porque mientras haya desconfianzas, éstas impedirán crecer y avanzar, aunque las propuestas que se hagan sean técnicamente buenas (…) Importa cicatrizar las heridas, evitar las concepciones que nos dividen entre puros e impuros, y no alentar nuevas exasperaciones y polarizaciones, para no desviarnos del gran objetivo: contribuir a erradicar la pobreza y la exclusión. Por eso, soñamos con un Bicentenario de la reconciliación y de la unidad de los argentinos”.
El n. 19 es muy importante y clave para hacer posible un nuevo proyecto de país, que se base en un nuevo acuerdo sobre políticas públicas y esté animado por un nuevo liderazgo que hoy tanto necesitamos.
Qué estilo de liderazgo necesitamos hoy
Para que sea posible transitar un camino de unidad, es preciso también un liderazgo que esté a la altura de ese objetivo. Como en una familia: si no hay un liderazgo de servicio es muy difícil que esa comunidad se mantenga unida y camine hacia un objetivo común.
Este apartado sobre el liderazgo empieza indicando el destinatario privilegiado hacia quien debe dirigirse ese servicio, tomando una cita de Aparecida: “Los cristianos, como discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos” (n. 20). Y a continuación afirma que “El verdadero fundamento de todo poder y de toda autoridad está en servir a Cristo, sirviendo a nuestros hermanos”. Citando al Papa Benedicto XVI, leemos en el n. 21 que en una época “caracterizada por la carencia de nuevos estilos de liderazgo, tanto sociales y políticos, como religiosos y culturales, es bueno tener presente esta concepción del poder como servicio”.
A continuación, hay una fuerte interpelación a la ejemplaridad y coherencia personal para los que ejercen el poder: “Por eso, es fundamental generar y alentar un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común (…) El testimonio personal, como expresión de coherencia y ejemplaridad hace al crecimiento de una comunidad (…) El verdadero liderazgo supera la omnipotencia del poder y no se conforma con la mera gestión de las urgencias. Recordemos algunos valores propios de los auténticos líderes: la integridad moral, la amplitud de miras, el compromiso concreto por el bien de todos, la capacidad de escucha, el interés por proyectar más allá de lo inmediato, el respeto de la ley, el discernimiento atento de los nuevos signos de los tiempos y, sobre todo, la coherencia de vida” (n. 22).
En el n. 23, después de alentar a ser “nuevos dirigentes, más aptos, más sensibles al bien común, capacitados para la renovación de nuestras instituciones”, señala que “uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo es recuperar el valor de toda sana militancia”
Nuevas angustias que nos desafían
En atención a la brevedad, enumero las nuevas angustias que se perciben y que nos desafían:
- Han surgido formas inéditas de pobreza y exclusión que reducen a categorías de “sobrantes y desechables” a los excluidos.
- La nueva cuestión social, que abarca tanto las situación de exclusión económica como las vidas humanas que no encuentran sentido a la vida
- No se ha logrado reducir sustancialmente el grado de la inequidad social.
- La grave situación de la educación en nuestra patria. Nos hallamos ante una profunda emergencia educativa.
- El gravísimo problema del endeudamiento del Estado.
- No se ha podido erradicar un histórico clima de corrupción. Tampoco el mal del clientelismo político.
- Continúa la marginación de los aborígenes y de los inmigrantes pobres.
- Es preocupante la situación de los adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan.
- Es escandaloso el creciente consumo de drogas cada vez a más temprana edad.
- En todo el país se ha multiplicado la oferta del juego.
- La población está afectada por la violencia y la inseguridad.
Este apartado finaliza recuperando la inmensa tarea de las mesas del Diálogo Argentino e iniciativas, cuya experiencia puede ayudar a la construcción de un nuevo proyecto de país (n. 30).
Metas a alcanzar a la luz del Bicentenario
Antes de pasar a las metas, leemos en el texto que “los dramas que hemos descrito y que afectan fundamentalmente a los más desprotegidos, están íntimamente relacionados con profundas carencias morales y estructurales” (n. 31). Por eso, la primera meta que se señala es la familia y la vida. A continuación, me limito a enunciar las metas, con algún comentario de paso.
- Recuperar el respeto paro la familia y por la vida en todas sus formas.
- Alcanzar la reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo.
- Alentar el paso de habitantes a ciudadanos responsables.
- Fortalecer las instituciones republicanas, el Estado y las organizaciones de la sociedad.
- Mejorar el sistema político y la calidad de la democracia. Aquí hay dos insistencias fuertes. Una apremia diciendo que “es imperioso dar pasos para concretar la indispensable y tan reclamada reforma política” (n. 36). Y la otra insistencia apunte a la participación: “Sobre todo -leemos en el documento- es imprescindible lograr que toda la ciudadanía pueda tener una mayor participación en la solución de los problemas, para que así se supere el recurso al reclamo esporádico y agresivo y se puedan encauzar propuestas más creativas y permanentes. De este modo construiremos una democracia no sólo formal, sino real y participativa” (n. 36).
- Afianzar la educación y el trabajo como claves del desarrollo y de la justa distribución de los bienes.
- Implementar políticas agroindustriales para un desarrollo integral.
- Promover el federalismo.
- Profundizar la integración en la Región.
Conclusión
En el último párrafo del documento se reitera la intención positiva que anima las reflexiones de los obispos: “hemos escrito estas reflexiones con espíritu constructivo”. Del mismo modo, se vuelve sobre la perspectiva de fe, desde la cual se ofrece el mensaje: “Lo hacemos desde la fe en Jesucristo, que es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, la justicia y la belleza” (n. 41).
Finalmente, el mensaje de los obispos concluye con una exhortación a todos, y vale la pena subrayar que lo hace a “todos juntos”: “Le pedimos que los argentinos, todos juntos, podamos hacer de esta bendita tierra una gran Nación justa y solidaria, abierta al Continente e integrada en el mundo. Nos acogemos a María Santísima, nuestra querida Madre de Luján, para que ofrezca esta sentida súplica a Aquel que es “el Camino, la Verdad y la Vida”.

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